viernes, 26 de septiembre de 2008

Confieso que he plagiado a Pablo Neruda

*Publicada en Mundo Hispano y en el Dominical de El Heraldo

Por: Paul Brito

En un desesperado trance de amor, el responsable de esta nota acudió a una vidente chilena cuando se acercaba el 23 de septiembre, fecha en que murió el gran Poeta del Amor.

¿Quién no ha plagiado un poema de Pablo Neruda para conquistar a su amada? ¿Quién no ha escrito "los versos más tristes esta noche" pero a la vez los más malos y, cansado de ser hombre, un hombre cualquiera, ha deseado ser el autor de Walking Around? ¿Quién no ha querido apoderarse de la pluma del "capitán" frente a su altiva enamorada y decirle por ejemplo: "Yo te he nombrado reina./ Hay más altas que tú, más altas./ Hay más puras que tú, más puras./ Hay más bellas que tú. Hay más bellas./ Pero tú eres la reina."? Todos han querido. No me digan que no.

Este mes de septiembre –mes del Amor y la Amistad– se cumplen años de su muerte. De manera que, para muchos seguidores del poeta, es un buen momento para invocar el Harem de musas que lo acompañaba y conquistar al más arduo y difícil corazón. Esto no lo digo yo. Lo dice una bruja chilena que me atendió en su consultorio del barrio El Bosque hace unos días. Me dijo: "El 23 de septiembre vida y muerte del gran poeta se conjugan en una espada encendida". Le pido a la hechicera que me explique bien su teoría para explicarla a mi vez a mis lectores y ella me saca una sospechosa ecuación enrevesada y tautológica según la cual el 23 de septiembre el poeta que más ha calado en las entrañas del corazón cumple 35 años de fallecido, justamente los años que le faltaron para estar vivo hoy. Me fui dubitativo y oliendo a incienso barato y más despechado que como llegué, además con treinta mil pesos menos. Hasta se me olvidó preguntarle qué carajo tenía que hacer esa fecha para consolidar mi conjuro de amor: ¿asustar a un notario con un lirio cortado o dar muerte a una monja con un golpe de oreja?

Después de la consulta, me sumergí en la vida y obra del también llamado Poeta de América en busca de una clave. Primero repasé su vida, sus primeros años. Leí que un mes después de haber nacido, murió su madre de tuberculosis. A los dos años se trasladó a Temuco, donde creció rodeado de primos y tíos bajo una incesante lluvia austral (su "único personaje inolvidable") y también bajo el "ángel tutelar" de su infancia, su madrastra Trinidad Candia Marverde que se casó con su padre en 1906 y que él llamaba "mamadre". Por eludir a un padre rígido que se oponía a su vocación literaria, el joven poeta cuyo nombre verdadero era Neftalí Ricardo Reyes, comenzó a publicar bajo seudónimos. Es cuando encuentra el de Pablo Neruda, inspirado en el nombre del escritor checo Jan Neruda.

Y sigo en la búsqueda. Saltando páginas, lo hallo instalado como cónsul a finales de 1927 en Rangún, capital de Birmania. Ya ha publicado Crepusculario y Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Es una época de penuria y oscuridad. "Me quema el clima, maldigo a mi madre y a mi abuela, converso días enteros con mi cacatúa, pago por mensualidades un elefante", relata. En esta época convive con una nativa, "la maligna" como la llama en un famoso poema: una mujer temperamental y celosa que lo amenaza en las noches blandiendo un terrorífico cuchillo. "Cuando te mueras se acabarán mis temores", rezaba su estribillo nocturno.

Una vez ha huido de la "pantera birmana", como también la llamó, se casa en Baravia con una joven de origen holandés que no habla español: Maria Antonieta Haagenar a la que llamaba Maruca. En 1934 fue nombrado cónsul en Barcelona, pero pronto sería trasladado a Madrid donde se integra a la extraordinaria vida artística e intelectual de esos años. En esa etapa convulsa nace su única hija Malva Marina que nació con hidrocefalia y que muere a los nueve años, prácticamente abandonada por su padre; es una época muy agitada, la Guerra Civil española estaba comenzando y Neruda se encuentra implicado activamente socorriendo a muchos españoles, a los que enviará a Chile. Su matrimonio estaba prácticamente saldado y se había enamorado de la que sería su compañera por dos décadas: Delia del Carril, una pintora argentina 20 años mayor que él que lo comprendería más que Maruca y que tenía una sensibilidad literaria muy superior. Miguel Hernández la piropeó en un poema describiéndola como "la de los ojos boquiabiertos" y Neruda se referiría a ella en sus memorias como una "pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató mis manos en los años sonoros".

A raíz de la cercanía con la Guerra Civil española, la vida y la obra del que sería Premio Nobel en 1971 cobran un giro radical, menos individualista y solitario. Se convierte en el ardoroso y solidario autor de España en el corazón y en el ambicioso y comprometido cantor de América. En su monumental Canto general (1950) le escribe así a Macchu Picchu: "En ti, como dos líneas paralelas,/ la cuna del relámpago y del hombre/ se mecían en un viento de espinas". Por este tiempo vive en Chile pero, debido a sus opiniones políticas, se ve obligado a pasar a la clandestinidad y luego al destierro. Viaja por todo el mundo. Un famoso crítico lo bautizó como el "viajero inmóvil". Se enamora de Matilde Urrutia, la mujer que lo acompañará hasta el final de sus días y a la que le dedicará muchos poemas. "De la tierra, con pies y manos y ojos y voz, trajo para mí todas las raíces, todas las flores, todos los frutos fragantes de la dicha", escribió en Confieso que he vivido en alusión a ella. Pero no será sino hasta 1955 que se divorcia de su anterior y ya anciana compañera, Delia. En esa época empieza a abandonar el tono perentorio y solemne de su lírica, para escribir de una manera sencilla y cotidiana, con un lenguaje simple y común remitido a los sentimientos y objetos más asequibles. Odas elementales da constancia de ello. Esta manera de escribir se transforma poco después en un estilo más personal, nutrido por su madurez, antidogmático, con un humor sorprendente e ingenioso: Estravagario (1958).

Paro aquí un momento y me pregunto: "¿Cómo voy a revolver todo este menjurje para sacar la pócima de amor acertada?". Tengo todos los libros del chileno que he podido adquirir de rebaja en el Centro, regados en la cama: Tentativa del hombre infinito (1926), El hondero entusiasta (1933), Cien sonetos de amor (1959), Cantos ceremoniales (1961), Memorial de la Isla Negra (1964), Las manos del día (1968), El mar y las campanas (1973), entre otros. Y de pronto me doy cuenta que forman una extraña figura: la de una mujer acurrucada en un ovillo pero también es el mapa en forma de racimo de Latinoamérica. Me acuesto cansado de pensar, encima de esa mujer de uvas y viento. Y en la mañana escribo mi propio e imperfecto poema, después de pensar resignado: “Pablo Neruda murió en 1973, doce días después del golpe militar donde fue asesinado el recién posesionado presidente Salvador Allende, en quien Neruda tenía puestas todas sus esperanzas políticas. Ni siquiera sus fieles plagiadores somos capaces de resucitarlo". El poema que “escribí” esa mañana como un poseso va dirigido a ti, J.C. y dice así:

No esté lejos de mí un solo día, porque, cómo,
porque, no sé decirlo, es largo el día,
y te estaré esperando en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.

No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.

Ay que no se quebrante tu silueta en la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,

Porque en ese minuto te habrás ido tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.